Son las pequeñas cosas

Tengo problemas para olvidar. Todo lo que me pasa se puede reducir a eso. Guardo muchos rencores, rencores de años atrás, por razones variadas y hacía personas distintas. Pero también guardo recuerdos de amores, y esos son los que más lastiman, recuerdos que llegan de forma inesperada y por las razones más insospechadas.

Hace un par de noches estaba recostado en mi cama y recordé que al día siguiente tenía programada una visita a una fábrica. El reglamento del lugar pedía que no llevaras ningún collar, pulsera o reloj. Entonces vi en mi brazo derecho una pulsera de hilo, recuerdo de un concierto hace casi ya un año, y cuando me disponía a quitármela lo recordé. Una ola inesperada y triste de recuerdos.

Él había hecho ese nudo. Sé que puede sonar muy tonto, pero fue un momento importante para mí. Recordé que la habíamos pasado muy bien ese día, juntos. Yo llevaba meses detrás de él, pero él no daba ninguna señal de corresponderme. No hasta ese día. Ese día en el que fue lindo conmigo, en el que nos reímos, cantamos y bailamos juntos, en el que solos, bajo la luz de la luna, me sonrió, tomó mi mano entre las suyas y ató ese nudo. Él ya se fue, pero el nudo sigue aquí, y es momento de dejarlo ir. Dejarlo ir y, después de todo este tiempo, por fin olvidar.